Mi Corazon, El Hogar de Cristo

Una tarde invite a Jesucristo a morar en mi corazon. ¡Que entrada hizo! No fue una entrada espectacular ni emotivo, pero si muy real. Algo sucedio en el mismo centro de mi vida. Llegó a las tinieblas de mi corazón y encendió la luz. Expulsó el fuego en el hogar y expulsó el frío. Inició una música donde había habido silencio y llenó el vacío con Su propia amorosa y maravillosa confraternidad. Jamás he deplorado el haberle abierto la puerta a Cristo y nunca lo lamentaré.

En el gozo de esta nueva relación, le dije a Jesucristo: - Señor, quiero que este corazón mio sea tuyo. Quiero que te establezcas aqui y te sientas en tu casa. Todo lo que tengo te pertenece. Déjame mostrártelo todo.

EL ESTUDIO: La primera habitación era el estudio, la biblioteca. En mi hogar esta habitación de la mente es muy pequeña con paredes muy gruesas. Pero es muy importante. En cierto sentido es la sala de control de la casa. Él entró conmigo y miró alrededor a los libros de los anaqueles, las revistas sobre la mesa, los cuadros en las paredes. Cuando yo seguí con la vista su mirada, me sentí incómodo.

Era extraño que no me hubiese sentido avergonzado de esto antes, pero ahora que Él estaba allí mirando todasa esas cosas, me sentí turbado. Sus ojos eran demasiado puros para contemplar algunos de los libros que había allí. Sobre la mesa había algunas revistas que no debía leer un cristiano. En cuanto a los cuadros en las paredes -las imaginaciones y pensamientos de la mente- algunas eran vergonzosas.

Sonrojado, me volví a Él y dije: -Maestro, sé que esta habitación hace falta limpiarla y ordenarla. ¿Podrías ayudarme a convertirla en lo que debería ser?

-¡Por supuesto! -respondió-. Me alegraré de ayudarte. Primero que todo, toma todas las cosas que estás leyendo y mirando que no sean útiles, puras, buenas y verdaderas, y ¡tiralas! Después pon en los qanaqueles vacíos los libros de la Biblia. Llena la biblioteca con Escrituras y medita en ellas día y noche. En cuanto a los cuadros en las paredes, te va a ser difícil controlar esas imágenes, pero tengo algo que te ayudará.

Me dio un retrato en tamaño natural de Sí Mismo. -Cuelga esto en el centro -dijo-, en la pared de la mente. Lo hice, y a lo largo de los años he descubierto que cuando mis pensamientos están centrados en Cristo Mismo, Su pureza y poder hacen retroceder a los pensamientos impuros. Así que Él me ha ayudado a traer mis pensamientos en obediencia debajo de sus pies.

EL COMEDOR: Del estudio pasamos al comedor, la habitación de los apetitos y los deseos. Yo gastaba mucho tiempo y energías allí tratando de satisfacer mis deseos.

Le dije a Él: -Esta habitacipón es una de mis favoritas. Estoy seguro de que te complacerá lo que servimos. Se sentó conmigo a la mesa y me preguntó: -¿Qué hay en el menú para comer?

-Bueno -le contesté-, mis platos favoritos: dinero, grados académicos y acciones, con artículos del periódico de fama y fortuna como platos acompañantes. -Estas eran las cosas que me gustaban: dieta mundana.

Cuando tuvo la comida delante, no dijo palabra, pero observé que no la comía. Le pregunté: -Señor, ¿no te gusta esta comida? ¿cual es el problema?

Él contestó: -Para comer Yo tengo una comida de la que tú nada sabes. Si quieres comida que de veras te satisfaga, haz la voluntad del Padre. Deja de buscar tus propios placeres, satisfacción y deseos. Busca complacerlo a Él y la comida te satisfará a ti.

Allí en la mesa me dió a probar el gozo de hacer la voluntad de Dios. ¡Qué sabor! No hay comida como ésa en todo el mundo. Es la única que satisface.

EL SALÓN: Del comedor fuimos hasta el salón. Esta habitación era íntima y cómoda. Me gustaba. Tenía una chimenea, butacas acolchadas, un sofá y una atmósfera apacible.

Él dijo: -Esta de veras es una habitación muy agradable. Vengámos a menudo. Está aislada y tranquila, y podemos confraternizar juntos.

Bueno, como joven cristiano, yo estaba estremecido de emoción. No podía pensar en hacer algo mejor que estar unos minutos con Cristo en íntimo compañerismo.

Él prometió: -Yo estaré aquí temprano todas las mañanas. Encuéntrame aquí, y empezaremos el día juntos. Así que mañana tras mañana, yo bajaba al salón. Él tomaba un libro de la Biblia del librero. Lo abríamos y leíamos juntos. Él me descubría las maravillas de las verdades salvadoras de Dios. Mi corazón cantaba mientras Él me contaba del amor y la gracia que Él me tenía. Eran tiempos maravillosos.

Sin embargo, poco a poco, bajo la presión de muchas responsabilidades, este tiempo empezó a acortarse. ¿Porqué? No estoy seguro. Pienso que estaba demasiado ocupado para pasar con Cristo un rato con regularidad. No fue intencional, ¿entiendes? Sólo que así sucedió. Por último, no sólo se acortó el tiempo, sino que empecé a dejar de acudir algunas veces. Se amontonaban asuntos urgentes a las horas de mis apacibles ratos de conversación con Jesús.

Recuerdo una mañana en que corría escaleras abajo, ansioso de ponerme en camino. Pasé por el salón, y noté que la puerta estaba abierta.

Mirando adentro, vi un fuego en la chimenea y Jesús estaba sentado allí. De repente pensé consternado: -Él es mi huésped. ¡Yo lo invité a entrar en mi corazón! Él ha venido como mi Salvador y Amigo, y sin embargo, lo estoy desatendiendo.

Me detuve, me volví y entré vacilante. Con los ojos bajos le dije: -Señor, perdóname. ¿Has estado aquí todas estas mañanas?

-Sí -contestó-. Te dije que estaría aquí cada mañana para encontrarme contigo. Recuerda, te amo. Te he redimido a un gran costo. Para mí tu confraternidad es muy valiosa. Aunque no puedas mantener este tiempo apacible por tu propio bien, hazlo por el Mío.

La verdad de que Cristo desea mi compañerismo, que Él desea que yo esté con El y me espera, ha hecho más para transformar mis ratos apacibles con Dios que ningún otro hecho aislado. No permitas que Cristo espere solo en el salón de tu corazón sino busca tiempo cada día, para que con tu Biblia y en oración, puedas estar junto con El.

EL TALLER: Al poco tiempo me preguntó: -¿Tienes un taller en tu casa? Afuera en el garage de mi casa del corazón yo tenía un banco de trabajo y algún equipo, pero no estaba haciendo mucho allí. De cuando en cuando jugueteaba por allí con unos pocos cachivaches, pero no hacía nada importante.

Lo llevé hasta allí. Inspeccionó el banco de trabajo y dijo: -Bueno, está muy bien equipado. ¿Que estás haciendo con tu vida para el Reino de Dios? Miró uno o dos jugueticos que yo había tirado juntos en el banco y levantó uno preguntando: -¿Es esta la clase de cosa que estás haciendo por otros en tu vida cristiana?

-Bueno, Señor -respondí-. Sé que no es mucho, y de veras me gustaría hacer más, pero despuées de todo, no parece que yo tenga la fuerza o la habilidad para hacer más.

-¿Te gustaría tener mejores resultados? -preguntó.
-Por supuesto -repliqué.
-Está bien. Dame tus manos. Ahora descansa en Mí y permite que Mi Espiritu obre a través de ti. Se que eres inexperto, desmañado y torpe, pero el Espíritu Santo es el Maestro Obrero, y si Él controla tus manos y tu corazón, El obrará a través de ti.

Colocándose detrás de mi y poniendo Sus grandes y fuertes manos bajo las mías, sostuvo las herramientas en Sus hábiles dedos y empezó a obrar a través de mi. Mientras más descansaba y confiaba en Él, más era capaz Él de hacer con mi vida.

EL SALÓN DE RECREACIÓN: Me preguntó si tenía un salón de recreación donde iba a divertirme y confraternizar. Yo abrigaba la esperanza de que Él no preguntara por eso. Había ciertas actividades y asociaciones que quería mantener aparte para mí solo.

Una noche cuando salía de la casa con algunos amigos, me detuvo con una mirada y preguntó: -¿Vas a salir? Le contesté: -Sí.

-Bien -dijo-. Me gustaría ir contigo.
-Oh -contesté torpemente-. No creo que te divertirías adonde vamos. Salgamos mañana por la noche. Mañana por la noche iremos a un estudio bíblico en la iglesia, pero esta noche tengo otra cita.

-Lo siento -dijo-. Pensé que cuando vine a tu hogar, ibamos a hacerlo todo juntos, a ser compañeros íntimos. Sólo quiero que sepas que estoy dispuesto a ir contigo.

-Bueno -musité, escurriéndome afuera de la puerta- iremoa a alguna parte juntos mañana por la noche.

Aquella velada pasé unas horas miserables. Me sentía envilecido. ¿Qué clase de amigo era yo para Jesús, dejándolo deliberadamente fuera de mi vida, haciendo cosas y yendo a lugares que yo sabía muy bien que Él desaprobaría?

Cuando regresé aquella noche, había luz en su habitación,y subí para hablar con Él. Le dije: -Señor, he aprendido mi lección. Sé ahora que no puedo pasar un buen rato sin ti. De ahora en adelante, lo haremos todo juntos.

Entonces fuimos al salón de recreación de la casa. Él lo transformó. Trajo nuevos amigos, nuevo entusiasmo, nuevos goces. La risa y la música han estado resonando por toda la casa desde entonces.

EL ARMARIO DEL CORREDOR: Un día me lo encontre esperando por mí en la puerta. En sus ojos había una mirada impresionante. Cuando entré, me dijo: -Hay unolor peculiar en la casa. Debe haber algo muerto por aquí. Es en los altos. Pienso que es en el armario del corredor.

Tan pronto dijo eso, supe de lo que estaba hablando. Había un pequeño armario de pared en el descanso del corredor, de sólo unos pocos pies cuadrados. En aquel armario, tras cerrojo con llave, tenía una o dos cositas personales de las que yo no quería que nadie supiera. Sobre todo, no quería que Cristo las viera. Yo sabía que eran cosas muertas que se podrían, que habían quedado de mi vieja vida. Las quería mantener tan en secreto, que tenía miedo de admitir que estaban allí.

De mala gana subí con Él, y mientras subíamos las escaleras el hedor se hacía más y más fuerte. Él señaló a la puerta. Yo estaba enojado. Esa es la única forma en que puedo describirlo. Le había dado acceso a la biblioteca, el comedor, el salón, el taller, el salón de recreación, y ahora me estaba preguntando acerca de un armario de dos por cuatro. Dije para mí: -Esto es demasiado. No le daré la llave.

-Bueno -dijo Él, leyéndome el pensamiento-, si piensas que voy a permanecer aquí en el segundo piso con ese hedor, estás equivocado. Me voy afuera al portal. Entonces vi como empezaba a bajar las escaleras.

Cuando uno llega a conocer y amar a Cristo, lo peor que puede sucederle es sentir que Él retira Su confraternidad. Tuve que darme por vencido, y le dije con tristeza:

-Te daré la llave del armario, pero tendrás que abrirlo y limpiarlo tú. Yo no tengo fuerzas para hacerlo. -Dame la llave -contestó-. Autorízate a ocuparme del armario y lo haré.

Le entregué la llave con manos temblorosas. La tomó, se dirigió a la puerta, la abrió, entró, tomó toda la porquería que se podría allí y la tiró lejos. Entonces limpió el armario y lo pintó. Todo estaba listo en un minuto. ¡Oh, qué victoria y liberación ver fuera de mi vida todo aquello muerto!

TRANSFIRIENDO EL TÍTULO: Me vino un pensamiento: -Señor, ¿hay alguna oportunidad de que te hagas cargo de la administración de toda la casa y de operarla en mi lugar como hiciste con el armario? ¿Aceptarías la responsabilidad de mantener mi vida como debería ser?

Se le iluminó el rostro cuando respondió: -¡Me encantaría! Eso es lo que deseo hacer. No puedes ser un cristiano victorioso con tus propias fuerzas. Déjame que lo haga a través de ti y por ti. Así es como se hace. Esa es la manera. Pero -añadió-, Yo soy sólo un huésped. No tengo autoridad para proceder, puesto que la propiedad no es mía.

Callendo de rodillas, le dije: -Señor, tú has sido el huésped y yo el anfitrión. Desde ahora en adelante yo seré el sirviente. Tú serás el dueño y Señor.

Corriendo lo más aprisa que pude hasta la caja fuerte, saqué el título de la propiedad de la casa que la describía en detalle. Ansiosamente la firmé en favor de Él solo por toda la eternidad. -Aquí tienes -le dije-, todo lo que soy y tengo, para siempre. Ahora puedes administrar la casa. Me quedaré contigo sólo como siervo y amigo.

Las cosas han cambiado desde que Jesucristo se ha establecido y ha hecho su hogar en mi corazón.
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Inyectando Amor y Alegria al Mundo

En una cena de una escuela de niños con capacidades especiales, el padre de un estudiante pronunció un discurso que nunca Será olvidado por las personas que lo escucharon.

Después de felicitar y exaltar a la escuela y a todos los que trabajan en ella, este padre hizo una pregunta: 'Cuando no hay agentes externos que interfieran con la naturaleza, el orden natural de las cosas alcanza la perfección.

Pero mi hijo, Herbert, no puede aprender como otros niños lo hacen.

No puede entender las cosas como otros niños. ¿Donde está el orden natural de las cosas en mi hijo?

La audiencia quedó impactada por la pregunta.

El padre del niño Continuó diciendo: 'Yo creo que cuando un niño como Herbert, física y mentalmente discapacitado viene al mundo, una oportunidad de ver la naturaleza humana se presenta, y se manifiesta en la forma en la que otras personas tratan a ese niño'.

Entonces contó que un día caminaba con su hijo Herbert cerca de un parque donde algunos niños jugaban baseball. Herbert le preguntó a su padre: '¿Crees que me dejen jugar?'

Su padre sabia que a la mayoría de los Niños no les gustaría que alguien como Herbert jugara en su equipo, pero el padre también entendió que si le permitían jugar a su hijo, le darían un Sentido de pertenencia muy necesario y la confianza de ser aceptado por otros a pesar de sus habilidades especiales.

El padre de Herbert se acercó a uno de los niños que estaban jugando y le preguntó (sin esperar mucho) si Herbert podría jugar.

El niño miró alrededor por alguien que lo aconsejara y le dijo: Estamos perdiendo por seis carreras y el juego esta en la octava entrada. Supongo que puede unirse a nuestro equipo y trataremos de ponerlo al bate en la novena entrada'.

Herbert se desplazó con dificultad hasta la banca y con una amplia sonrisa, se puso la camisa del equipo mientras su padre lo contemplaba con lágrimas en los ojos por la emoción.

Los otros niños vieron la felicidad del padre cuando su hijo era aceptado.

Al final de la octava entrada, el equipo de Herbert logró anotar algunas carreras pero aún estaban detrás en el marcador por tres.

Al inicio de la novena entrada, Herbert se puso un guante y jugó en el jardín derecho.

Aunque ninguna pelota llegó a Herbert, estaba obviamente extasiado solo por estar en el juego y en el campo, sonriendo de oreja a oreja mientras su padre lo animaba desde las graderías..

Al final de la novena entrada, el equipo de Herbert anoto de nuevo. Ahora con dos 'outs' y las bases llenas la carrera para obtener el triunfo era una posibilidad y Herbert era el siguiente en batear.

Con esta oportunidad, ¿dejarían a Herbert batear y renunciar a la posibilidad de ganar el juego? Sorprendentemente, Herbert estaba al bate.

Todos sabían que un solo 'hit' era imposible por que Herbert no sabia ni como agarrar el bate correctamente, mucho menos pegarle a la bola.

Sin embargo, mientras Herbert se paraba sobre la base, el 'pitcher',reconoció que el otro equipo estaba dispuesto a perder para permitirle a Herbert un gran momento en su vida, se movió unos pasos al frente y tiro la bola muy suavemente para que Herbert pudiera al menos hacer contacto con ella.

El primer tiro llegó y Herbert abanicó torpemente y falló.

El 'pitcher' de nuevo se adelantó unos pasos para tirar la bola suavemente hacia el bateador.

Cuando el tiro se realizó Herbert abanicó y golpeó la bola suavemente justo enfrente del 'pitcher'.

El juego podría haber terminado. El 'pitcher' podria haber recogido la bola y haberla tirado a primera base.

Herbert hubiera quedado fuera y habría sido el final del juego. Pero, el 'pitcher' tiró la bola sobre la cabeza del niño en primera base, fuera del alcance del resto de sus compañeros de equipo.

Todos desde las graderías y los jugadores de ambos equipos empezaron a gritar 'Herbert corre a primera base, corre a primera' nunca en su vida Herbert había corrido esa distancia, pero logro llegar a primera base.. Corrió justo sobre la línea, con los ojos muy abiertos y sobresaltado.

Todos gritaban, '¡Corre a segunda!' recobrando el aliento, Herbert con dificultad corrió hacia la segunda base.

Para el momento en que Herbert llegó a segunda base el niño del jardín derecho tenia la bola...el niño mas pequeño en el equipo y que sabia que tenia la oportunidad de ser el héroe del día.

El podía haber tirado la bola a segunda base, pero entendió las intenciones del 'pitcher' y tiro la bola alto, sobre la cabeza del niño en tercera base...

Herbert corrió a tercera base mientras que los corredores delante de el hicieron un circulo alrededor de la base.

Cuando Herbert llegó a tercera, los niños de ambos equipos, y los espectadores, estaban de pie gritando '¡corre a 'home'! corre'.

Herbert corrió al 'home', se paró en la base y fue vitoreado como el >héroe que bateó el 'grand slam' y ganó el juego para su equipo. 'Ese día', dijo el padre con lágrimas bajando por su rostro,'los niños de ambos equipos ayudaron dándole a este mundo un trozo de verdadero amor y humanismo'.

Herbert no sobrevivió otro verano. Murió ese invierno, sin olvidar nunca haber sido el héroe y haber hecho a su padre muy feliz, haber llegado a casa y ver a su madre llorando de felicidad y ¡abrazando a su héroe del día!
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Solo se Necesita Uno

Jamás olvidaré el día en que mamá me obligó a ir a una fiesta de cumpleaños, cuando estaba en tercer grado.

Una tarde llegué a casa con una invitación algo manchada de jalea.

“No pienso ir”, dije. “Es una chica nueva que se llama Ruth. Berniece y Pat no irán. Invitó a toda la clase. A los treinta y seis”.

Mamá estudió con extraña tristeza esa invitación hecha a mano. De pronto anunció: “Bueno, tú irás. Mañana iré a comprar el regalo”.

Yo no podía creerlo. ¡Mamá nunca me había obligado a ir a una fiesta! Eso me mataría, sin duda. Pero no hubo ataque de histeria que la hiciera cambiar de opinión.

Llegó el sábado; mamá me sacó de la cama para que envolviera el regalo: un bonito juego de peine, espejo y cepillo de color rosa perlado, que había comprado por menos de tres dólares. Luego me llevó en su viejo automóvil amarillo.

Ruth abrió la puerta y me guió por la escalera más empinada y peligrosa que yo habÌa visto jamás. Cruzar la puerta fue un verdadero alivio; los pisos de madera relumbraban en la sala llena de sol. Los muebles eran viejos, pero estaban recubiertos por fundas níveas e impecables.

En la mesa vi la torta más grande de mi vida. Estaba decorada con nueve velas rosadas, un “Feliz Cumpleaños, Ruthie” bastante desmañado y algo que parecían pimpollos de rosa. Rodeaban la torta treinta y seis tazas llenas de chocolate casero, cada una con su nombre.

“No será tan horrible una vez que lleguen los otros”, me dije. Y pregunté a Ruth: “¿Dónde está tu mamá?”

Ella bajó la vista al suelo. “Bueno, está medio enferma”.

“Ah. ¿Y tu papá?”

“Se fue”.

Luego se hizo silencio; sólo se oían algunas toses carrasposas detrás de una puerta cerrada. Pasaron quince minutos. Luego, diez más. De pronto comprendí la horrible verdad: no vendría nadie. ¿Cómo escapar de allí?
En medio de mi autocompasión oí unos sollozos apagados. Al levantar la vista me encontré con la cara de Ruth, surcada de lágrimas. De inmediato, mi corazón de niña se llenó de simpatía hacia Ruth y de ira contra mis treinta y cinco egoístas compañeras.

Me levanté de un salto, plantando en el suelo los zapatos de charol blanco, y proclamé a todo pulmón: “¿Para qué queremos a los otros?”

La expresión sobresaltada de Ruth se convirtió en entusiasmado acuerdo.

Allí estábamos: dos niñas de ocho años con una torta de tres pisos, treinta y seis tazas de chocolate, helado, litros y litros de refresco rojo, tres docenas de artículos de cotillón, juegos a jugar, premios a ganar.

Empezamos por la torta. Como no encontrábamos ningún fósforo y Ruthie (había dejado de ser Ruth) no quería molestar a su mamá, nos limitamos a fingir que las encendíamos. Le canté el “Happy Birthday” en tanto ella pedía un deseo y apagaba de un soplido las velas imaginarias.

En un abrir y cerrar de ojos llegó el mediodía y mamá hizo sonar su bocina frente a la casa. Después de recoger todos mis recuerdos y de dar mil gracias a Ruthie, volé al auto burbujeando de alegría.

“¡Gané todos los juegos! Bueno, la verdad es que Ruthie ganó el de ponerle la cola al burro, pero dijo que la del cumpleaños no podía llevarse los premios, así que me lo cedió. Y repartimos las cosas de cotillón, la mitad para cada una. Le encantó el juego de tocador, mamá. Yo era la única.

¡La única de todo el tercer grado! y no veo la hora de decirle a los otros que se perdieron una fiesta estupenda”.

Mamá detuvo el coche junto al cordón y me abrazó con fuerza. “Estoy orgullosa de tí”, me dijo con lágrimas en los ojos.

Ese día descubrí que una sola persona puede cambiar las cosas. Yo había cambiado por completo el noveno cumpleaños de Ruthie. Y mamá había cambiado mi vida por completo.

Lee Anne Reaves

Hoy puede ser tu día para cambiarle el día a alguíen. Fuiste llamado a marcar la diferencia y a poner una sonrisa donde hay lágrimas.

Porque El dice a Moisés: TENDRE MISERICORDIA DEL QUE YO TENGA MISERICORDIA, Y TENDRE COMPASION DEL QUE YO TENGA COMPASION. Rom 9:15.

Y dijo David: Yo haré misericordia con Hanún hijo de Nahas, como su padre la hizo conmigo. Y envió David sus siervos para consolarlo por su padre. II Sam 10:2.

Mis ojos se consumen esperando tu promesa,y digo: «¿Cuándo vendrás a consolarme?» Sal 119:22.
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El Niño y el Perrito

El dueño de una tienda estuvo clavando un anuncio al frente de su lugar de comercio que dijo "Se Venden Perritos" cuando de repente un niño apareció y le preguntó, "¿Cuánto cuesta comprar uno de estos perritos?"

El dueño contestó, "Dependiendo al perro, cuesta de $300 a $500 pesos cada uno."

El niño puso su manito en su bolsillo y sacó algunas moneditas y dijo, "Solo tengo veinte siete pesos con cincuenta centavos. ¿Me dejarás por lo menos ver y tocar con uno de los perritos?"

El dueño rió y dijo, "Por supuesto", abrió la jaula y sacó uno de los perritos más hermosos.

El niño observó que uno de los perritos estaba escondiéndose en el rincón de la jaula y que andaba como que si era cojo. El niño preguntó, "Y qué anda mal con este perrito, Señor?"

El dueño explicó que tenía algo mal con su cadera y que siempre será cojo.

El niño empezó a animarse bastante y dijo, "Ese es el perrito que deseo comprar."

El dueño dijo, "No, hijo mío, tu no quieres comprar ese perrito. Si lo quieres, simplemente te lo regalo."

El niño apunto su dedo al dueño y dijo, "No señor. No quiero que me regalas este perrito. Ese perrito tiene el mismito valor que cualquiera de los otros perritos. Y yo estoy dispuesto a pagar el precio completo. Si está bien contigo, te entregaré todo lo que tengo, los veintisiete pesos con cincuenta centavos y te prometo pagar cincuenta centavos cada mes hasta pagar por el perrito por completo."

El dueño siguió insistiendo que no debería de comparar ese perrito. "Es que no entiendes, niño. Este perrito nunca jamás podrá brincar y correr contigo como los demás perritos deben."

Para su gran sorpresa el niño levanto uno de sus pantalones y le mostró el soporte de metal que reforzaba su pierna destrozada por el polio. "Pues yo tampoco brinco y corro bien", dijo el niño con voz muy suave, "y este perrito necesitará a alguien que le entiende bien".

Hay alguien que te aprecia por lo que eres, te acepta y te ama incondicionalmente, porque ha estado en tus zapatos.. Su nombre es Jesucristo

Porque no tenemos un sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza. Hebreos 4:15.
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Alegres y Tristes

Cuenta una vieja leyenda que tres hombres estaban una vez cruzando un desierto a caballo durante la noche. Cuando se acercaban a un riachuelo seco escucharon una voz que les ordenó desmontarse, recoger unas piedras, ponérselas en los bolsillos, y no mirarlas hasta la mañana siguiente. A los hombres se les prometió que si obedecían, iban a estar alegres y tristes a la vez. luego de hacer lo que les indicaron, los tres montaron en sus caballos y siguieron su camino.

Cuando empezaron a salir los primeros rayos de sol, los hombres se metieron la mano en los bolsillos para sacar las piedras. Para su gran sorpresa, se habían transformado en diamantes, rubíes y otras gemas preciosas. Fue entonces cuando se dieron cuenta del significado de la promesa de que estarían alegres y tristes a la vez. Estaban alegres por haber escogido la cantidad de piedras que recogieron, pero tristes -muy tristes- por no haber recogido más.

Yo me pregunto si nosotros vamos a sentir lo mismo cuando lleguemos al cielo. Estaremos contentos con el tesoro que nos acumulamos en el cielo mientras estábamos en la tierra, y gozosos por las recompensas que Cristo nos dará. Pero también lamentaremos no haber hecho más para servirle.

Saquemos el máximo provecho a nuestras oportunidades para que estemos más alegres que tristes.

Mateo 6:19-20. No os acumuléis tesoros en la tierra… sino acumulaos tesoros en los cielos…
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